domingo, 24 de setembro de 2006

En un pueblo donde perder es lo normal

Acabo de ler un interesante testemuño sobre as bullas e as movidas en Ferrol en La Coz. Eu non son de Ferrol, senón de Narón, e son 6 anos máis novo, pero a verdade é que me sinto moi identificado co que di este Álvaro. Realmente creo que Ferrol era así, e certos bairros de Narón tamén. Creo que era o meu colega Paulo o que dicía que sempre saía co billete de 1000 pelas escondido nun peto e a calderilla nun peto de diante, fácil de ver e tocar, porque xa sabía que lle ían pedir. Eu lembro cando certa persoa (non vou dicir o nome, seguro que tantos anos despois non se sente moi orgulloso diso), en compañía doutros dous, me seguiu ao saír da asociación de viciños para quitarme a carteira (destas de Adidas do feirón) na que non debía ter máis de 800 pesetas en moedas, e él sabía o que tiña porque me vira pagar dentro do local. Non debíamos ter máis de 14 anos, nin eu nin él... E iso non foi en Ferrol, foi no meu bairro.

Reproduzo aquí o testemuño de Álvaro (quen sabe o que farán con él os de La Coz daquí a poucos meses):

La primera vez que, estudiando en Santiago, invité a un par de amigos de la carrera a visitarme un fin de semana a Ferrol, pasó algo que me llamó la atención y de lo que nunca antes había sido consciente. Estábamos en una de las primeras fiestas universitarias del campus de Esteiro y junto a una barra se montó un barullo. Enseguida la gente hizo un corro alrededor para alejarse del jaleo. Un grupo de chicos de nuestra edad estaban pegando a un par de chavales, que de los golpes cayeron al suelo, recibiendo una lluvia de patadas mientras intentaban ponerse en pie, hasta que, por intervención de algunos espectadores, lograron zafarse y desaparecer entre la multitud. Mis amigos, los de Ferrol, y yo, echamos un ojo a la trifulca y enseguida continuamos la conversación que habíamos interrumpido. Los de "fuera", mis invitados, inmediatamente nos cortaron –“¿eso es normal aquí?”-, nosotros, sonriéndonos –“pues claro, hombre, espera, que aún verás alguna más hoy”. Eso me dio que pensar. ¿Era normal esto? Si es que no lo veía más que aquí. Era cierto, desde que estaba en Santiago se me había quitado el hormigueo en el cuerpo al andar solo por la noche de vuelta a casa por una calle vacía. De hecho, era bajar del autobús en la estación y enfilar la Calle del Sol hacía la casa de mis padres en el centro, sabiendo que de fijo me iba a cruzar con quien me "pidiera" dinero. ¡Si de chavales por la calle estábamos más que acostumbrados a que nos asaltaran con o sin navaja a plena luz del día cuando salías con la pandilla! (aunque menos mal que el tiempo de la heroína ya pasó) Pero sobre todo quiero recalcar la agresividad que ahora, desde la distancia, recuerdo cargada en el ambiente. Peleas por un “me miró mal”, la sensación de que una chispa iba siempre a hacer “saltar” a alguien. El "ese es de Canido" (léase "las Sindicales", Caranza, el Muelle...), como diciendo, "ojito con ese". Las peleas de cuando Zebra era Ozono, y aún peor, cuando Valhalla (yo era muy pequeño para entrar, pero vivo justo a lado y aún tengo en la retina la imagen de un marinero de reemplazo (los “peludos” siempre fueron carne de segunda en Ferrol) llevado en volandas por sus compañeros Calle del Hospital abajo con un navajazo en la pierna), la cicatriz de mi amigo Óscar por un vaso de tubo aplastado en el cuello, y tantas otras… Una vez iba en el coche viejo de mis padres por la Gándara, y en un semáforo bajé la ventanilla y le dije al chico del coche de al lado: “tienes una de las luces de freno rotas”. Su respuesta me dejó cara de gilipollas y ganas de volverme tan maleducado como él –“¡y a ti qué coño te importa!, ¡pasa antes de que me baje!- fue su agradecido comentario. Ahora los jóvenes hacen botellón, pero bueno, algo de eso, menos “institucionalizado” siempre estuvo ahí. Antes pedíamos en los bares de la calle del Sol y María y se bebía en la calle, igual que hacen ahora los del Cantón, sólo que molestando menos que lo hacíamos nosotros (además de hacerlo más barato, que digan lo que digan salir de copas o tapas, entre el Euro y los impuestos, está hecho un lujo que no todo el mundo se puede permitir), pero el ambiente es parecido. Si no que se lo pregunten a los municipales que patrullan de noche los fines de semana, que saben que en ocasiones es mejor hacer la vista gorda en determinadas calles llenas de gente. Quizás mi generación, la de los hijos de la reconversión, la de la canción de Los Limones, sea distinta a la de ahora, pero algo de la frustración de la época sigue estando ahí y, con esa frustración, parte de esa agresividad que quizás sea una forma de autodefensa, de vía de escape de nuestro miedo. Yo ahora tengo 34 años y, tras mis fallidos intentos por encontrar un trabajo en Ferrol, me fui a buscar sustento a otras tierras. Llevo 8 años fuera, ocupando mi tiempo en variados trabajos y distintos lugares, pero, casi todos los veranos y Navidades, siempre que me ha sido posible, vuelvo a mi casa y a mi ciudad, donde espero poder regresar alguna vez. Y salgo con mi vieja pandilla, o compañeros de instituto, algún fin de semana de copas por Ferrol. Y cuando lo hago vuelven los recuerdos de cuando vivía aquí. Porque, aunque con cambios, parte de aquello sigue estado ahí, parte de algo que no he visto en Madrid, ni en Ibiza, ni Alicante, ni en mis 3 años en el extranjero, la agresividad en determinados ambientes de la ciudad y a determinadas horas, cuando a algunos elementos “hace rato” que han sobrepasado el estado de desinhibición que les da el alcohol o las drogas. Menos mal que la mayoría de los ferrolanos no somos así (y no sé siquiera si excluirme), pero violento, sí, el Ferrol que yo conozco es en muchas ocasiones bastante violento. El pasado sábado por la mañana me despertó en Alicante el sms de un amigo – “Has visto la Voz en internet? Se han cargado al Pericas a palos!” ¿Os creéis si os digo que no me sorprendió?
P.D. De Suso “Pericas” tengo el recuerdo de un profesional como la copa de un pino.

Estoutro tamén vale a pena lelo.

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